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domingo, 5 de mayo de 2013

Explosión del Machichaco

Hace 120 años la explosión del Cabo Machichaco causó 590 muertos y más de 2000 heridos

El 3 de noviembre de 1893, Santander vivió lo que hasta el día de hoy se considera la mayor catástrofe civil del S. XIX en España: la explosión del vapor Cabo Machichaco, atracado en la dársena del muelle. Causó 590 muertos y más de 2.000 heridos de diversa consideración y destruyó 60 edificios dañando seriamente a otros 86. 
El vapor, que estaba atracado en el Muelle de Maliaño, frente a la calle Calderón de la Barca, fue objeto de un incendio, provocado por la explosión de una bombona de vidrio con ácido sulfúrico
Como consecuencia del incendio, se produjo una explosión en las bodegas del “Cabo Machichaco”, donde estaban almacenadas 51 toneladas de dinamita, que constituyó un hito histórico, ya que cambió la fisonomía y el desarrollo urbanístico Santander.

LA TRAGEDIA DEL VAPOR “CABO MACHICHACO” (Crónica)

El día 3 de noviembre de 1893 a partir de las 14 horas, se supo en Santander que ardía el vapor “Cabo Machichaco” atracado en el muelle Maliaño. Al ir creciendo el acudieron al lugar todas las autoridades, destacando por su cargo el Gobernador Civil o el Comandante del Puerto. Además, una inmensa muchedumbre de curiosos presenciaba desde el muelle o desde los balcones de las calles próximas el “espectáculo” del incendio.
 Para contener a aquella gente estaba dispuesta la Guardia Civil y la Policía Municipal. Del mismo modo, para contribuir al salvamento del barco se presentaron numerosos tripulantes de otras embarcaciones, como el capitán del vapor “Alfonso XIII”, el médico y algunos oficiales.
La carga del vapor constaba, entre otros materiales, de más de 50 toneladas de dinamita, ácido sulfúrico, madera, lingotes, ejes de acero, centenares de cajas de clavos y barriles de tornillos.
Todos trabajaban confiados, creyendo que se habían desembarcado previamente todas las cajas de dinamita, cuando se produjo “un movimiento de alarma y atolondramiento en cubierta”, tras asegurar un marinero que quedaba todavía dinamita en el barco. Al instante la catástrofe:
 “Toda aquella masa se estremeció con una horrible sacudida, subió a lo alto una inmensa llamarada, atronó en los aires un ruido espantoso y enseguida cayó sobre la ciudad una lluvia de clavos, viguetas de hierro, ácido sulfúrico, agua de la bahía, cieno de su fondo… Eran las cinco menos cuarto, y en un momento fue de noche. Quedó todo en silencio algunos segundos, como si aquella explosión tremenda hubiese acabado con la vida en Santander y sus alrededores. Pero pronto se oyó el estruendo de sus edificios que se desmoronaban, y con él voces de la muchedumbre que huía loca de terror, gritos desgarradores de heridos pidiendo socorro, gemidos de moribundos…
 La desgracia que acababa de suceder era de esas cuya memoria vive siglos y siglos. Había volado todas las autoridades, en el muelle y sus inmediaciones quedaban entre 500 y 600 cadáveres, miles de heridos…”

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